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En los años 50, los terrenos donde se ubica la casa de Assumpta fueron expropiados para levantar bloques de viviendas de protección social.  Paga un alquiler simbólico para poder seguir viviendo en una casa con jardín a pocos metros de la playa, en uno de los barrios más de moda de Barcelona. Foto: Andrea Rodés. 
En los años 50, los terrenos donde se ubica la casa de Assumpta fueron expropiados para levantar bloques de viviendas de protección social.  Paga un alquiler simbólico para poder seguir viviendo en una casa con jardín a pocos metros de la playa, en uno…

En el barrio barcelonés de Poblenou, una casa resiste al boom immobiliario

Descendiente de inmigrantes aragoneses, Assumpta, una vecina de Barcelona, nos explica cómo consiguió seguir viviendo en su casa con jardin en uno de los…

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La señora Assumpta está a punto de cumplir 89 años y desde el año 1936 vive en la misma casa con jardín al final de la rambla del Poblenou, la calle peatonal que cruza este antiguo barrio industrial de Barcelona hasta llegar al mar. Su casa con jardín a escasos metros del mar llama la atención de cualquier paseante, pues apenas quedan viviendas de este tipo en Barcelona, menos aún en el Poblenou, un barrio en auge por su cercanía de la playa y por ser la sede de numerosas startups y compañías de alta tecnología.

Seis generaciones hemos vivido aquí. Desde mis abuelos hasta mis bisnietos, ya puedes empezar a contar”, me explica Assumpta, que ha salido al patio en delantal y zapatillas, mientras la comida se cuece en los fogones. Nos hemos conocido mientras recogía una botella  de ron vacía tirada entre los arbustos y maldecía a quien la hubiera dejado allí. “¿Cómo pueden estos jóvenes pasarse la noche bebiendo algo tan fuerte y encima dejarlo todo sucio? Ya está bien…”, se queja, alternando el catalán con el español con acento “maño”, de Aragón.

Assumpta es nieta de inmigrantes aragoneses, como la mayoría de habitantes originales de este barrio, un antiguo distrito industrial que hasta pasados los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, no empezó a convertirse en un barrio trendy.

Como si de un milagro de la historia se tratara, la casita con jardín donde se crió Asumpta, ubicada en los antiguos terrenos de una fábrica textil, ha quedado en pie, atrapada entre la concurrida Rambla, un parque ajardinado y un conjunto de edificios de viviendas de protección social que se construyeron en los años 50 para poner fin al problema del barraquismo. En 1952, la Alcaldía les expropió los terrenos pero no derribó la casa, permitió que Assumpta y el resto de su familia se quedaran a cambio de pagar un alquiler.

“Soy una privilegiada”, reconoce la anciana, sin soltar de la mano la sucia botella de ron. Tiene jardín propio y la playa a menos de cinco minutos andando, todo un lujo en el Poblenou, donde los precios de los alquileres están por las nubes y el precio de compra puede alcanzar los 6,000 dólares por metro cuadrado. Delante de su casa- tapándole la vista del mar, eso sí- se alzan los ocho bloques de viviendas de protección social, conocidos popularmente como los “bloques Tupolev”, por la impresión que causó su altura en la época de su construcción y su parecido con los aviones rusos. “Conozco a todos los vecinos de los bloques”, asegura Assumpta, que ha vivido allí toda su vida. Bueno, a casi todos, rectifica, pues algunos han acabado vendiéndose sus viviendas, aprovechando el boom inmobiliario a medida que popularizaba el barrio.

“¿Puedes imaginarte? En los años 50, un departamento en esos bloques se vendía por unas 80,000 pesetas (unos 560 dólares), es decir, pagando unas 380 pesetas (3 dólares) al mes durante veinte años era tuyo”, explica.

En la actualidad, algunas viviendas de esos bloques con vistas al mar se venden a 300,000 euros, y el metro cuadrado está valorado en más de 5,000 dólares.

“Es que están muy bien construidos, todos son exteriores, con mucha luz natural”, aclara Assumpta.

Según contaba la prensa de la época "en la proyección de estas viviendas se tienen en cuenta las más modernas tendencias urbanísticas, de manera que todas las habitaciones destinadas a dormitorio, e incluso el comedor, darán al exterior y estarán orientadas en forma que recibirán directamente muchas horas de soleación. Se dejará una gran zona de espacio verde, mediante el mayor aprovechamiento del terreno con edificaciones de altura, con lo que las cinco futuras construcciones quedarán enclavadas en un jardín, cerca de un grupo escolar, que allí será levantado más adelante".

“Ahora ya no construyen así”, concluye Assumpta, saludando a una de las vecinas que ha salido a pasear al perro.

Un mar muerto

En más de una ocasión la Alcaldía de Barcelona se planteó derribar estos ocho bloques por estropear el frente marítimo, que ha ido remodelándose y reurbanizándose desde los 90. “Antes todo esto era un campo”, añade Assumpta, señalando el terreno que le rodea. “Plantábamos tomates, pimientos, de todo”, recuerda. Detrás nuestro van desfilando turistas en chanclas y bermudas en dirección a la playa, pero a ella el mar no le interesa:

“El agua está asquerosa, sucia. El mar Mediterráneo es el mar más sucio de la Tierra, porque es un mar cerrado, sin salida”, dice. “Además, nos lo hemos cargado. Ya no queda nada por pescar”, añade, recordando que el Poblenou no solo fue un barrio industrial, sino también un barrio de pescadores. “Ves aquel hombre de ahí”, me dice, señalando a un anciano con gorra de marinero que pasea por la Rambla empujando un caminador, y a quien saluda con un ¡buenos días, capitán!”.  “Es un antiguo pescador del barrio. Me ha dicho que hace años que no se pesca nada”, se lamenta Assumpta.

A pocos metros de su casa, en una plazoleta protegida del sol por las ramas de un enorme ombú, está el restaurante Els Pescadors, (Los Pescadores), uno de los restaurantes de pescado más selectos de Barcelona. “Al principio era una simple taberna, donde los pescadores se juntaban a comer sardinas a la brasa”, recuerda Assumpta. “Después empezaron a servir meriendas, embutido y pan con tomate… y con los años se ha convertido en un restaurante de lujo. Se come bien, sí, pero - entre tu y yo-” sonríe- “tampoco es para tanto”. Después me pregunta:  “¿Tu sabes cocinar?”

Le digo que no.

“Pues deberías aprender. En la vida hay que aprenderlo todo. Además, saber guisar te será de buena ayuda para tu bolsillo, pues tus guisos te sabrán mejor que los de cualquier restaurante. Al menos eso me decía mi marido”, me responde, asegurando que ella guisa bastante bien. “Cuando me casé ya sabía cocinar algunos platos, pero como buena ama de casa aprendí a guisar muchos más”, me dice, antes de añadir la pregunta del millón: “¿Tu estás emparejada?”.

Le digo que no, que lo estuve por ocho años, pero mi novio me dejó.

“Ai, no entendéis nada, los jóvenes de hoy. Dejáis las relaciones diciendo que se acabó el amor. Y, mira, en la vida se acaban muchas cosas, pero el amor, precisamente, no se acaba”.