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Carmen Herrera murió a los 106 años después de haber sido ignorada por el mundo del arte casi toda su vida

Recordando a Carmen Herrera, la artista de origen cubano que pasó desapercibida casi toda su vida

Ignorada por el mundo del arte hasta que cumplió 89 años, la conocida pintora abstracta de origen cubano falleció el sábado en Nueva York a los 106 años.

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La pintora cubano-americana Carmen Herrera, que vendió su primer cuadro y empezó a ser famosa a los 89 años, murió el 12 de febrero en su casa de Nueva York a los 106 años.

"Carmen hizo obras que están vivas y en constante cambio, incluso cuando parecía haber alcanzado una apoteosis o una cumbre, seguía mirando por encima del bordillo", dijo el director general de la Galería Lisson, Alex Logsdail, en un comunicado. La galería, que la ha representado durante la última década, organizará una exposición individual en su espacio neoyorquino en mayo, con motivo del que habría sido su 107º cumpleaños. A esa exposición le seguirá otra individual para inaugurar el próximo espacio de la Lisson Gallery en Los Ángeles este otoño.

Conocida por sus deslumbrantes abstracciones en colores pop y patrones geométricos, Herrera tuvo su primera exposición institucional en 1998 en El Museo del Barrio en East Harlem, Nueva York. Esa exposición, comisariada por Carolina Ponce de León y titulada "Las pinturas en blanco y negro, 1951 - 1989", se realizó a través de Tony Bechara, amigo íntimo de Herrera y en aquel momento presidente de la junta directiva del museo. 

La exposición tuvo pocas críticas, pero favorables, aunque no hubo compradores. Aun así, Herrera siguió trabajando.  Como publicó The New York Times, "vivía frugalmente en su desván, guardaba su tesoro de lienzos enrollados en los armarios y seguía pintando", apoyada por su marido, Jesse Lowenthal, profesor de inglés en el instituto Stuyvesant de Manhattan durante 45 años hasta su muerte en 2000.

Cuatro años después, su futuro cambiaba radicalmente cuando Bechara presentó su obra a Frederico Sève, propietario de la galería Latin Collector de Tribeca, que buscaba artistas para incluir en una exposición. Esa exposición llevó a la venta de obras de Herrera a algunos de los principales coleccionistas de arte del mundo, como Ella Fontanals-Cisneros, Estrellita Brodsky y Agnes Gund.  

A partir de ese momento, Herrera logró vender su primer cuadro a los 89 años y, a pesar de haber pasado desapercibida durante décadas, sus obras cuelgan ahora en el MoMA de Nueva York, el Museo Hirshhorn de Washington y la Tate Galerie de Londres.

De Cuba a New York, via Paris

Herrera nació el 31 de mayo de 1915 en La Habana, Cuba. Sus padres, Antonio Herrera y López de la Torre y Carmela Nieto de Herrera, ambos periodistas, formaban parte del círculo intelectual de La Habana. A los ocho años comenzó a recibir clases particulares de arte con el profesor Federico Edelmann y Pinto. En 1929, a la edad de 14 años, amplió su formación en dibujo al asistir a la Escuela Marymount de París.

En 1938, Herrera se matriculó en la Universidad de la Habana para estudiar arquitectura, donde sólo permaneció un curso académico porque en la época en la que quería seguir la carrera de arquitectura había, como ella misma relató, "siempre revoluciones y luchas en la calle. La universidad estaba cerrada la mayor parte del tiempo, así que eso afectó a mis estudios", explicó a The Guardian en 2019. 

Al dejar Arquitectura, se marchó a estudiar arte a París, Roma y Berlín, ciudades en las que vivió el surgimiento de las vanguardias, sobre todo en París, donde vivió de 1948 a 1954.

En ese año se casó y se mudó con su marido a Nueva York, donde trabó amistad con artistas como Mark Rothko o Barbara Hepworth, al tiempo que desarrollaba su estilo minimalista de abstracción geométrica, caracterizado por una paleta muy precisa de sólo dos o tres colores en cada composición.

"No hay nada que me guste más que una línea recta, ¿cómo explicarlo? Es realmente el principio de toda estructura (...) Alguien me dijo un día que pintaré un punto y habré terminado", bromeó una vez, según cita la agencia EFE.

Según la galería Lisson, que la representó, Herrera se salvó y se condenó al mismo tiempo por su negativa a abrazar cualquier movimiento, incluso el que le era naturalmente más cercano, el minimalismo de los años 70, "dominado por los hombres", porque esa negativa "la dejaba libre para experimentar a su manera".

El New York Times recuerda que Herrera "pintó en la oscuridad durante décadas", durante las cuales vivió de los ingresos de su marido, un profesor de inglés, y destaca que su salto a la verdadera fama no se produjo hasta 2004.

A partir de 2014, Alison Klayman, directora de la aclamada Ai Weiwei: Never Sorry, comenzó a trabajar en un documental sobre Herrera.  El documental, titulado The 100 Years Show, se estrenó en 2015 en el Festival de Cine Hot Docs de Toronto. Posteriormente se estrenó en Netflix y Vimeo on Demand el 18 de septiembre de 2016. 

A finales de 2016, el Museo Whitney de Arte Americano le dedicó una retrospectiva, la segunda exposición individual que la artista cubana logra en una larga carrera iniciada en los años 50 del siglo pasado, tras la que protagonizó en 1984 en el desaparecido Alternative Museum.

A una semana de cumplir 102 años, la artista vendió su cuadro "Verticales" en una subasta de Christie's por 751.500 dólares, una muestra de la fama que había alcanzado en los últimos años.