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El presidente ha venido de un mundo de operaciones en la tele realidad y en los bienes raíces en los cuales el discurso es barato. EFE
El presidente ha venido de un mundo de operaciones en la tele realidad y en los bienes raíces en los cuales el discurso es barato. EFE

[OP-ED]: El discurso fuerte de Trump es barato. La política es más severa

Mientras la crisis internacional y la política exterior montan desafíos, el mundo mira a Estados Unidos para una estrategia amplia y consistente con la cual se…

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El presidente no niega estos cambios permanentes. De hecho, los considera una virtud y se describe a sí mismo como flexible. “Estoy orgulloso de esta flexibilidad”, dijo Trump esta semana al explicar lo que parece ser una inversión completa de su opinión acerca de la intervención estadounidense en Siria. 

En el 2013, las agencias de inteligencia estadounidenses primero concluyeron que Bashar al-Assad había desplegado armas químicas contra su propia gente; Trump tuiteó: “Resulta claro que debemos mantenernos alejados de Siria, los “rebeldes” son tan malos como el régimen actual. ¿QUÉ OBTENDREMOS POR NUESTRAS VIDAS Y U$S MILES DE MILLONES? CERO”. 

A lo largo del 2013, mientras creció la evidencia de crímenes de guerra sirios y proliferaron imágenes desgarradoras de la brutalidad del régimen contra las mujeres y los niños, Trump tuiteó cerca de una docena de veces, siempre con el mismo mensaje: “NO ataquen a Siria”. Sin embargo, esta semana, luego de otro ataque, de otra atrocidad siria, Trump sorprendió al mundo diciendo: “Mi actitud hacia Siria y Assad ha cambiado mucho”. 

Por supuesto, el presidente tiene derecho a cambiar su opinión respecto a Siria; aunque en realidad no tenemos una idea real sobre qué implica este cambio o cómo cambiará su política. Y el episodio lo deja a uno con la impresión de que la política exterior en la administración Trump no está llevándose a cabo como debería ser, evaluando una situación cuidadosamente, considerando varias opciones, sopesando los costos y beneficios y eligiendo un camino. Por el contrario, consiste en un conjunto de reflejos, en su mayoría retóricos, que responden instintivamente a la crisis del momento. 

Trump se considera a sí mismo como un hombre fuerte y ciertamente le gusta hablar de esa forma. Los oficiales estadounidenses están realizando declaraciones agresivas sobre una serie de cuestiones. Luego de dos semanas en la nueva administración, el consejero de seguridad nacional de ese entonces, Michael Flynn, anunció que Washington estaba “alertando a Irán” luego de una prueba de misil. Un alto funcionario informó a la prensa diciendo: “Nosotros vamos a tomar las medidas oportunas.” El presidente mismo prometió que presionaría a China diplomáticamente e indicó que utilizaría a Taiwán como influencia para extraer concesiones de Beijing. El lunes, el embajador de las Naciones Unidas, Nikki Haley, anunció que si el Consejo de Seguridad no toma acción contra el régimen de Assad es posible que Estados Unidos actúe por sí solo. Además esta semana, el presidente afirmó que se encargaría de la amenaza de Corea del Norte unilateralmente si China se rehúsa a ayudar. 

El discurso severo de la única superpotencia mundial suena genial excepto cuando, luego de un tiempo, resulta evidente que no tiene sentido. La advertencia a Irán no fue seguida por ninguna medida enérgica. La táctica sobre Taiwán de Trump falló en su totalidad y lo forzó esencialmente a disculparse al presidente Xi Jinping. A Washington le resultaría extremadamente peligroso utilizar fuerza militar contra Corea del Norte. Además, es altamente improbable que un bombardeo contra Assad cambie algo en la turbia guerra civil de Siria. El resultado neto es que Estados Unidos ha emitido una serie de amenazas vacías, ninguna de las cuales seguramente funcione y todo esto hace que el país parezca débil. 

Los reflejos tenaces de la administración Trump se han demostrado de otra manera en el Medio Oriente. Mientras continúan en gran parte la campaña de la administración Obama contra grupos terroristas islámicos radicales, la administración Trump ha acelerado el uso de la fuerza en casi todos los ámbitos. Ha duplicado el número de tropas estadounidenses en el norte de Siria, ha enviado incluso más soldados a Irak y ha ampliado la participación de Estados Unidos en Yemen y Somalia. 

Esto ya ha tenido como resultado un mayor número de víctimas civiles. Resulta más preocupante a largo plazo, que Washington está cada vez más implicado en estos conflictos locales. Los problemas de Estados Unidos en el Medio Oriente nunca se han debido a una debilidad militar sino al hecho de que luego de victorias estratégicas, Estados Unidos ha sido incapaz de alcanzar ningún tipo de solución o estabilidad política. El problema en la lucha contra el Estado Islámico en Siria, por ejemplo, radica en quién gobernará esas áreas una vez que sean liberadas. ¿Qué sucederá luego de que las bombas dejen de caer? Sin un plan para abordar estos temas, el solo aumento de la fuerza militar es un reflejo y no una estrategia. 

El presidente ha venido de un mundo de operaciones en la tele realidad y en los bienes raíces en los cuales el discurso es barato. No obstante, ahora tiene en sus manos la credibilidad de la potencia más grande del mundo. Los países alrededor del mundo observan al presidente de Estados Unidos por sus señales y estrategia. La gente lo busca para obtener esperanza y ayuda. En estas circunstancias, una cosa es ser impredecible; otra muy diferente por completo es ser incoherente.