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The White House counselor Kellyanne Conway. EFE.
The White House counselor Kellyanne Conway. EFE.

¿Se pueden mezclar matrimonio y política? Depende del género

¿Por qué se espera que Conway comente las opiniones políticas de su marido? ¿Desde cuándo una esposa es responsable de lo que su marido tuitea? Y, ¿qué…

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Llevo 30 años escribiendo sobre política, la mitad de ellos felizmente casado. Para conseguir superar todos los obstáculos en ambas aventuras, he aprendido algo: mi esposa y yo algunas veces no estamos de acuerdo en política. Y cuando esto ocurre, siempre soy yo el que está equivocado.

Eso explicaría, pues, la parte de “felizmente casado”.

Aún y así, estoy empezando a pensar que para mucha gente, matrimonio y política no pueden mezclarse. Los medios de comunicación de masas no se aclaran sobre si un personaje público debería responder por los valores o creencias de su esposo/a. Las cosas se ponen todavía más complejas cuando estas creencias conducen a acciones -contribuciones políticas, incluso tweets - que ponen al personaje público en una situación comprometida.

¿Somos los guardianes de nuestros cónyuges? La incómoda verdad es que, a pesar de no estar de acuerdo, la respuesta depende mucho de si la persona responsable de mantener el control sobre su pareja es un hombre o una mujer.

Si nos referimos a la consejera de la Casa Blanca Kellyanne Conway, la respuesta parece ser “sí”. Pero si se trata del moderador del programa “Meet the Press” de la NBC, Chuck Todd, o del ex director asistente del FBI, Andrew McCabe, la respuesta es “no”.

Parece que hay un doble estándar para hombres y mujeres. Se considera injusto pedirle a un hombre que responda por las ideas políticas de su esposa. Pero, en pleno 2018, todavía no se considera absurdo que sí lo tengan que hacer las mujeres.

Hablando de absurdidades, hablemos de la cadena de noticias que  - en la era Trump - ha llevado esta costumbre a nuevos extremos.

En una aparición reciente en CNN sobre el estado de la unión, la presentadora Dana Bash le preguntó a Conway que diese explicaciones sobre los tweets publicados por su marido, George, un prominente abogado de Washington y crítico habitual del presidente Trump.

Conway se enfureció, y acusó a Bash de intentar “acosarla”, además de tildar la pregunta de machista. Mencionó también la ofensiva sugerencia lanzada hace unas semanas por Hillary Clinton, quien sugirió que las “mujeres blancas” permitieran que  sus padres, novios y marido les dijeran sus ideas sobre política. Luego Conway dijo que lo justo sería ahora hablar de los esposos y esposas de la gente que trabaja en la CNN.

La escena en sí me hizo sentir  vergüenza ajena. ¿En qué momento el periodismo se metamorfoseó en una batalla petulante de cotilleos, insinuaciones y críticas?

A la defensiva, Bash insistió en que su pregunta no tenía nada que ver con el género. “Le hubiera preguntado lo mismo si fuera un hombre”, le dijo a Conway. “No, no lo habría hecho”, le espetó Conway.

Bash sugirió que para dos adultos casados podía llegar a ser “duro” tener diferentes opiniones políticas. Conway se aferró a la palabra “duro” y respondió: “¿duro para quién? ¿para el matrimonio? ¿o para los medios de comunicación?”

Conway reconoció que sería “difícil” para sus hijos - quienes probablemente estarían viéndola en ese momento por televisión - tener que ver a su madre defendiendo a su padre. Pero, añadió, “los niños están acostumbrados a ser testigos del “doble estándar” de su madre.  

¿Por qué se espera que Conway comente las opiniones políticas de su marido? ¿Desde cuándo una esposa es responsable de lo que su marido tuitea? Y, ¿qué importancia tiene todo esto?

Las reglas de este juego han cambiado, amigos.

Parece que fue ayer cuando los medios nos dijeron que era totalmente irrelevante que la esposa de Chuck Todd, Kristian Denny Todd, hubiera realizado extensos trabajos de consultoría y comunicación para los Demócratas, incluidos el ex senador Jim Webb y el senador Bernie Sanders, y contribuyese con dinero al Senador Tim Kaine de Virginia. Los conservadores dicen que esto equivale a un "conflicto de intereses" para el periodista de NBC. Todd insiste en que el trabajo de su esposa no influye en sus puntos de vista, y afirma que ambos han sido transparentes sobre quién hace qué.

También se nos aseguró que Andrew McCabe no es responsable por el hecho de que su esposa- que se presentó, sin éxito, como Demócrata por el Senado estatal de Virginia en 2015-, recibiera más de $ 675,000 de comités de acción política Demócratas controlados por el gobernador de Virginia Terry McAuliffe. Fue McAuliffe, un viejo aliado y confidente de Bill y Hillary Clinton quien, según The Wall Street Journal, instó a Jill McCabe a postularse para el cargo. Curiosamente, esto ocurrió casi al mismo tiempo que se informaba que Hillary Clinton había utilizado un servidor de correo electrónico privado durante su mandato como Secretaria de Estado, un fallo que finalmente sería investigado por el FBI, cuyo liderazgo incluía a Andrew McCabe. ¡Qué mundo tan pequeño!

Cuando unos presentadores de radio le preguntaron a Todd sobre el trabajo político de su esposa, se irritó: "No controlo sus opiniones políticas y ella no controla las mías".

Una gran frase, Chuck. ¿Podría Kellyanne Conway tomarla prestada?