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San Basilio de Palenque. Foto: EFE
San Basilio de Palenque. Foto: EFE

San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre del continente americano

La comunidad afrolatina tiene en este pequeño municipio colombiano el mayor símbolo de la lucha contra la esclavitud.

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A unos 50 kilómetros de la turística Cartagena, San Basilio de Palenque, en Mahates, es una minúscula galia que sigue manteniendo sus rituales ancestrales, su idioma, su música e incluso su propia policía, la “Guardia Cimarrona”, formada por miembros de la comunidad. Una herencia que ha sabido conservar como un tesoro desde el tiempo de la colonización, cuando la Corona española trajo a jóvenes robustos desde el continente africano a América para trabajar como mano de obra esclava. 

La pandemia de COVID les ha impedido enterrar a sus seres queridos siguiendo sus antiguos ritos fúnebres, pero en cada palenquero sigue vivo el mismo espíritu de lucha que los ha hecho conocidos como “el primer pueblo libre de América”. Dos siglos antes de que Colombia se independizase de España, sus ancestros iniciaron su propia cruzada contra la opresión, y la ganaron en el siglo XVII. Un pueblo íntegramente formado por africanos. 

No hay ciudadano en San Basilio de Palenque que no recuerde a Benkos Biohó, porque pronunciar su nombre es lo mismo que enarbolar una bandera. Biohó había llegado como esclavo a Colombia procedente de la actual Guinea Bissáu, pero jamás se sintió tal cosa. En 1599, tras haber huido tanto de españoles como de portugueses, se internó en el suroeste de Cartagena y organizó un ejército para luchar contra los opresores y dominar los ‘Montes de María’, la serranía de San Jacinto, en el departamento colombiano de Bolívar. 

Seguido por sus hombres, que habían escapado al igual que él de sus amos, fundó un lugar llamado “palenque” a fin de constituir una comunidad libre y se enfrentó en 1603 a los españoles.

La guerra duró tres años. Benkos Biohó fue ahorcado y descuartizado, convirtiéndose en mártir de la rebelión. Finalmente, en 1713, San Basilio de Palenque logró su libertad mediante un acuerdo de paz, estableciendo su propia Guardia Cimarrona -no llegó a llamarse así hasta 2009- y sentando algunas bases que están labradas en el corazón de los palenqueros, la primera de todas, la libertad. 

Hoy quienes viajan a Palenque tienen la sensación de estar en otro mundo, y jóvenes agrupaciones de músicos como Kombilesa Mi trabajan para que el palenquero, una lengua única que se habla en esta comunidad mezcla de dialectos africanos como el bantú y el español- siga entre las futuras generaciones. Un idioma que, según los antropólogos, aún guarda el secreto de la cosmogonía africana donde los muertos, los vivos y los que no son ni una cosa ni la otra conviven en armonía. 

Todo ello pese a la discriminación, el racismo y la violencia a la que deben hacer frente los palenqueros, que llegaron a utilizar otras formas de comunicación cuando se les decía que hablaban “un mal español”. Sin ir más lejos, su pelo. 

El cabello trenzado de las mujeres, por ejemplo, dibuja “mapas” que en tiempos de la esclavitud servían para recordar las mejores rutas de huida o los lugares donde guardaban semillas. El tambor, por otra parte, siempre ha sido para los palenqueros un segundo latido. Hoy resuena aún más fuerte.